Con los peques podemos imaginar que somos una roca gigante, que pesa muuucho y que no nos podemos mover; o bien somos un indio, como por ejemplo... Toro sentado, un indio fueeerte, pero también tranquilote y bonachón que está mirando la hoguera encendida delante de él y de la que está tomando calorcito o bien está vigilando comida que se está haciendo lentamente en el fuego.
Mientras estamos realizando la Asana, si estamos tranquilos, podemos aprovechar para vaciar la mente alejando pensamientos, centrándonos en la respiración y sintiendo y descubriendo cómo está nuestro cuerpo, las sensaciones que percibimos... cómo está nuestra espalda, si notamos tensión en los hombros, la nuca, qué partes están en contacto con el suelo, etc... podemos también decirles esto a los peques, preguntarles, para ayudarles a que descubran su cuerpo y sus sensaciones poco a poco.
¿Cómo debemos adoptar esta postura?, pues sentándonos en el suelo o sobre un cojín, por ejemplo, con las piernas cruzadas. Espalda recta, como si nos estuvieran tirando de un hilito que estuviera en nuestra cabeza (como una marioneta). Hacemos rodar los hombros hacia atrás, de forma que se abra el pecho y apretamos un poquitín el ombligo. Podemos cerrar los ojos y relajar todo el cuerpo. Podríamos juntar las palmas de las manos al pecho (y podríamos entonar un OM) o dejarlas boca arriba suavemente apoyadas sobre las rodillas, juntando nuestros dedos pulgar e índice (el gordete y el que señala a todas partes X^D).
Es una postura genial para la meditación (si se quiere practicar), ya que nos ayuda a preparar cuerpo y mente para iniciar una práctica de Yoga. Relaja nuestro cuerpo, elimina nerviosismo y ansiedad y nos ayuda a centrar nuestra atención en la respiración.